martes, 27 de junio de 2017

Nada será olvidado...

Si el hombre no tuviese conciencia eterna; si un poder salvaje y efervescente productor de todo, lo grandioso y lo fútil, en el torbellino de las oscuras pasiones, no fuese el fondo de todas las cosas; si bajo ellas se ocultase el vacío infinito que nada puede colmar, ¿qué sería la vida sino desesperación? Y si así no fuese, si un vínculo sagrado no atase a la humanidad; si se renovasen las generaciones así como se renueva el follaje en los bosques; si unas tras otras fuesen extinguiéndose como el canto de los pájaros en la selva; si cruzasen el mundo como la nave el océano, o el viento el desierto, acto estéril y ciego; si el eterno olvido, siempre hambriento, no se hallase con una potencia de tal fuerza que fuese capaz de arrebatarle la presa que acecha ¡qué vanidad y qué desolación serían la vida! Pero no es este el caso; pues Dios ha formado al héroe y al poeta del mismo modo como creó al hombre y a la mujer. El poeta (la mujer) no puede cumplir aquello que el héroe (el hombre) ha realizado; únicamente puede amarlo, admirarlo y gozarse en ello. Sin embargo, no está menos favorecido (el poeta o mujer), porque el héroe (el hombre) es por decirlo así lo mejor de su ser, aquel de quien está prendado; y será feliz no siendo héroe él mismo (la maldición del Edén vencida por la mujer cristiana)  para que su amor esté hecho de admiración. El poeta (la mujer) es el genio del recuerdo; no puede nada sino recordar; nada sino admirar lo que fue cumplido; no saca nada de su propio fondo; pero del depósito entregado a su custodia es guardián celoso (del espíritu afable y apacible que sólo las valientes arrebatan pero que muchas mujeres en este mundo deciden olvidar). Sigue lo que su corazón ha elegido; hallado el objeto de su búsqueda, va de puerta en puerta a recitar sus cantos y sus discursos con el fin de que todos participen de su admiración por el héroe (el hombre imagen de Cristo) así como de su orgullo. Ésa es su actividad, su tarea humilde, su leal servicio en la mansión del héroe (el hogar donde el hombre es cabeza). Si fiel a su amor lucha día y noche contra las asechanzas del olvido ávido de arrebatarle su héroe (aunque la mujer es fiel, enfrentará una lucha contra Satanás que querrá arrebatarle la sujeción a su marido que es de grande estima para Dios, el diablo quiere que la mujer se olvide de su papel), una vez cumplida su misión (la mujer) entra en la compañía de él, que lo ama con amor igualmente leal (el hombre debe amar a su mujer); porque también para el héroe (el hombre) el poeta (la mujer) es lo mejor de su ser; como un débil recuerdo seguramente, pero tan transfigurado como él. 

Por eso nada será olvidado de aquellos que fueron grandes; y si es menester tiempo, si aun las sombras de la incomprensión disipan la figura del héroe (del hombre según la figura de Cristo), su amador aparece (el poeta, la mujer), sin embargo; y tanto más fielmente se unirá a él cuanto mayor sea su tardanza (la mujer a pesar de que muchas veces no alcanza a ver lo que el varón ve, aun así se entrega a amarlo sinceramente, teniendo fe en que Dios tiene todo bajo control, esto es parte del orden de autoridad que Dios estableció).

¡No! Nada se perderá de aquellos que fueron grandes, porque fue grande por su persona quien se amó a sí mismo; y quien amó a otro fue grande dándose; pero fue el más grande de todos quien amó a Dios.

SÖREN KIERKEGAARD del libro Temor y Temblor…

Solo los que aman a Dios comprenderán…

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